La organización política de Mesopotamia se basaba en ciudades-estados independientes, gobernadas por reyes o sumos sacerdotes. Estos líderes tenían autoridad absluta, y ejercían control sobre la administración, la justicia y el ejército. Su poder estaba respaldado por la geligión y la creencia es su papel como intermediarios divinos. Las ciudades-estado competían entre sí por recursos y territorios, lo que llevaba a conflictos y alianzas cambiantes. Esta estructura política caracterizó la antigua Mesopotamia y sentó las bases para su desarrollo cultural y económico.